El ser humano a lo largo de la historia ha tratado de sacar a Dios de su existencia, en este afán una gran variedad de filósofos durante décadas, han buscado distinguir una dicotomía moral en la sociedad, hablan de una moral objetiva y otra teológica: la primera que se refiere a la existencia de dichas normas como la causa de diversos “hechos sociales” que son el resultado de lo que conviene independientemente a un individuo para alcanzar sus propios objetivos personales; y la otra, la moral teológica que tiene su origen en la Biblia que conlleva el respeto y reverencia a Dios y a los derechos de un prójimo (Lucas 10:27).

¿Es posible enseñar de valores en la actualidad? Uno de los conceptos filosóficos que ha tenido aceptación desde diversos ámbitos sociales, especialmente en la educación en todos sus niveles, es la teoría de la evolución, la misma que enseña que Dios nunca ha existido y por lo tanto lo que conocemos como mundo natural es el resultado de un proceso de millones de años de tragedia y evolución.

Esto ya conlleva grandes retos a la educación cristiana, pues si consideramos una educación que desecha a Dios como el arquitecto de la vida, lógicamente todo lo que conocemos como bueno sería desechado, ya que la razón principal de la existencia de los principios morales tienen su origen en el amor de Dios y al pensar en una inexistencia divina, dejamos de lado la revelación y sin ella, el hombre no tiene la guía necesaria para conducirse tanto ética y moralmente hablando.

Hoy más que nunca, la enseñanza de valores con base bíblica como fondo para la educación cristiana, es un deber para el maestro cristiano. No podemos sacar a Dios de la enseñanza y cubrir ese vacío con filosofías meramente humanas. Si Dios no ocupa el primer lugar en la educación, estaremos dando espacio a una enseñanza sin valores, sin ética ni principios morales.