Tejidos blandos en huesos de dinosaurios

“…ya que ustedes saben de antemano estas cosas, cuídense, para que no sean arrastrados por los engaños de los malvados ni caigan de su firme posición”. 2 Pedro 3:17, versión Dios Habla Hoy online.

Una de mis áreas predilectas en la Biología es la paleobiología. Esta área se caracteriza por estudiar los organismos fósiles, utilizando conceptos y herramientas de la biología para esclarecer aspectos fundamentales sobre la historia y los procesos evolutivos de los organismos. Pero ¿por qué esta área ha estado de moda en los últimos tiempos?

Los paleobiólogos han descubierto tejidos blandos en el interior de los huesos de dinosaurios fosilizados. Ese hecho, por sí solo, ya sería una bomba para cualquier investigador. La pregunta obvia es: ¿Cómo un fósil de millones de años de antigüedad todavía contiene “carne”?

En general, a los evolucionistas no les gustó mucho este hecho. Algunos llegaron a hablar de “tejido no resistente” para dar una posible explicación al hallazgo que cambia todo en términos de fósiles. Es innegable que este descubrimiento hace que los fósiles parezcan tan frescos como si hubiesen sido enterrados apenas unos miles de años atrás.

En 2005, la Dra. Mary Schweitzer y su equipo se lanzaron en busca de evidencias. La cronología oficial evolucionista señala que los dinosaurios se extinguieron aproximadamente hace 65 millones de años. Por eso, no deberían existir tejidos blandos en huesos de dinosaurios fosilizados. Por lo tanto, resolvieron romper un fósil de dinosaurio, más concretamente un fémur de Tiranosaurio rex, para analizar qué contenía. El hueso pertenecía a un espécimen procedente de la Formación Hell Creek, en Montana, Estados Unidos. Los investigadores descubrieron filamentos flexibles y transparentes que se asemejan a vasos sanguíneos, pues poseen características de elasticidad, transparencia y son huecos.

Es más, en el interior de lo que fue identificado como vasos sanguíneos había vestigios de lo que parecían ser hematíes y otras células que parecían osteocitos, es decir, las células que construyen y mantienen los huesos.

Entonces, podríamos pensar: ¡Listo! ¡Se acabó la cronología evolucionista de los dinosaurios! Este hecho debería alterar la cronología, acomodándola al descubrimiento.

Pero no fue así. Porque el equipo intentó mantener el modo de pensar evolucionista. Ellos entendieron que el proceso que preservó esas estructuras es diferente de la fosilización común. Plantearon que en este caso existió un medio desconocido de preservación. El estudio recomendó cautela en la producción de opiniones sobre el tema de los tejidos blandos en fósiles. Declaró que todo lo que se tiene es un material altamente preservado, como si fuese reciente, solo de algunos miles de años atrás, dada su elasticidad.

Todos los estudios en esta área realizados por investigadores evolucionistas ofrecen una explicación muy simplista de los eventos que podrían haber preservado esos tejidos. Lo atribuyen a factores geoquímicos y ambientales, pero concluyen que la causa aún es desconocida.

Conclusiones no concluyentes

En general, las conclusiones de la investigación fueron recibidas con mucho escepticismo e indiferencia por la comunidad científica. Es más, la investigadora reconoció que tuvo problemas hasta para publicar sus resultados. “Tuve un revisor que me dijo que no le importaba lo que decían los datos”, dijo. “Él sabía que lo que había encontrado no era posible. Yo escribí de vuelta y le dije: ‘Bueno, ¿qué datos te convencen?’ Y él dijo: ‘Ninguno'” (ver referencia al final de este artículo).

Pero la ola siguió. El paleontólogo molecular Tim Cleland aisló los vasos sanguíneos a partir de un hueso de la pata de un Brachylophosaurus. Nadie lo había hecho antes. A continuación, secuenciaron e identificaron varias proteínas a partir de las paredes musculares lisas de los vasos. Encontró miosina, que es un componente importante de las paredes vasculares de los organismos actuales.

El equipo se esforzó para garantizar que las proteínas realmente pertenecían al dinosaurio y no eran contaminantes de animales modernos, microbios u hongos. Por ejemplo, para aislar y estudiar los vasos sanguíneos de los dinosaurios, usaban equipos de laboratorio que nunca habían sido expuestos a tejidos de animales modernos.

El procedimiento debería terminar la discusión de que las proteínas antiguas eran en realidad contaminantes provenientes del entorno actual. Porque, para sorpresa de todos, ¡eran células musculares de los dinosaurios!

Entonces, ¿qué dirán ahora los darwinistas de turno para sofocar e impedir la publicación de investigaciones sobre tejidos blandos? Muchos ya están concluyendo que no hay nada que agregar.

¿Hasta cuándo vamos a permitir que la cosmovisión evolucionista retrase la ciencia ocultando las evidencias? ¿Hasta cuándo vamos a permitir que el modelo darwinista obstaculice el correcto análisis de los nuevos descubrimientos?

Hasta ahora, el relato bíblico de los orígenes refiere una creación animal y vegetal reciente, de alrededor de 6.000 años o un poco más. Entonces, ¿cómo callar las evidencias que apuntan a Dios en la naturaleza?

Yeoman B. “Schweitzer’s Dangerous Discovery.” Discover, 2006; 27(4):37-41.
Disponible en discovermagazine.com o web.archive.org