Los sentidos – parte II

―¿Qué quieres que haga por ti? —le preguntó. ―Rabí, quiero ver —respondió el ciego”. Marcos 10:51, NVI online.

Continuando con lo que analizamos en el artículo anterior, concluiremos analizando el sentido de la vista y el sentido del tacto.

La vista es un sentido fundamental para obtener información del entorno que nos rodea. Junto con el sentido de la audición, nos permite reaccionar y responder adecuadamente. Es por esta razón que el ciego interrogado por Jesús inmediatamente respondió que deseaba recuperar la vista, para poder comunicarse con el mundo en forma más plena.

La vista

El ojo es el principal órgano del sentido de la vista, encargado de captar los estímulos luminosos que existen en el ambiente. Se ubica en la cavidad ocular, y en conexión con el nervio óptico, transmite la información al cerebro, a través de un millón de fibras nerviosas.

Estructura del ojo

Presenta tres membranas o capas:

  • Esclerótica. Zona exterior del ojo, de color blanco, formada por tejido que va desde la córnea hasta el nervio óptico.

  • Coroides. Capa oscura, situada debajo de la esclerótica. Detrás de la córnea, la coroides se sustituye por el iris, encargado de controlar la apertura del orificio de la pupila. El iris posee un color distinto en cada persona y está compuesto por fibras musculares. Detrás de esta se encuentra el cristalino, un órgano transparente con forma de lente.

  • Retina. Capa sensible a la luz que recubre el ojo. Contiene fibras nerviosas y células especializadas: los conos (de 6 a 7 millones, funcionan bajo la luz brillante) y los bastones (unos 125 millones, para ver con poca luz).

El tacto

Este sentido es netamente exploratorio. Funciona por medio de receptores sensoriales ubicados en la piel, que nos permiten identificar distintos estímulos. Luego, esos estímulos se transmiten por todo el cuerpo hasta que llegan a la médula espinal y al encéfalo, hasta el córtex somatosensorial. Existen cinco clases de receptores sensoriales: frío, calor, dolor, presión y contacto.

  • Termorreceptores. Reaccionan al frío y al calor. Contamos con más termorreceptores que detectan el frío.

  • Nociceptores. Son los sensores del dolor. Se relacionan con estímulos químicos, mecánicos y térmicos muy intensos.

  • Mecanorreceptores. Reciben estímulos de presión y contacto. Fundamentalmente se ubican en los labios, la piel de la espalda y las yemas de los dedos.

La Biblia registra que Jesús, a menudo, tocaba a las personas: “…así que toda la gente procuraba tocarlo, porque de él salía poder que sanaba a todos”. (Lucas 6:19, NVI online).