Conductas solidarias en los animales

¿Qué significan las acciones altruistas que algunas personas han observado en la naturaleza, entre animales? ¿Es mero instinto de supervivencia o podrían responder a otras motivaciones?

Para su subsistencia, los animales se nutren, se reproducen y se mueven. Sin el desarrollo de estas actividades, sería imposible la vida.

Sin embargo, distintos observadores de la vida animal, ya sea investigadores o aficionado a la biología, han logrado registrar actitudes de altruismo que trascienden las funciones vitales de cada organismo. En algunos casos, para socorrer a un compañero, en otros momentos para rescatar a un semejante o al mismo ser humano.

En una oportunidad, durante el ataque de un cocodrilo a un huemul, un hipopótamo que se bañaba en las aguas del río, al escuchar los gritos del animal, salió en defensa de la víctima. Lo sacó de las fauces del feroz animal y logró liberarlo.

En una ciudad, las cámaras de seguridad de la vía pública captaron una escena de inseguridad. Cuando una señora era emboscada por ladrones, un perro callejero escuchó los gritos de auxilio. Sin dudarlo, atacó a los agresores y socorrió a la agraviada.

En otra ocasión, cuando una tortuga acuática se volteó cabeza abajo y braceaba para volver a su posición correcta, las demás tortugas que estaban en el estanque se dieron cuenta de la desesperación del animal. Sin emitir ningún ruido, se unieron para sostener el caparazón y con ayuda de sus cuellos lograron darle vuelta.

Pero no solamente se observó este tipo de comportamientos entre reptiles, también en aves y mascotas. En la orilla de un estanque, un pato alimentaba a un cardumen de peces.

Estos son algunos de los tantos ejemplos que se podría mencionar de solidaridad, compañerismo y altruismo observados en la naturaleza.

Aunque, contaminada por el pecado, la Creación es el reflejo del cuidado de Dios por sus criaturas. Al contemplar a Jerusalén, Jesús utilizó una figura cercana a sus oyentes para representar el amor que Dios tiene por su creación:

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero no quisiste!” (Mateo 23:37, Nueva Versión Internacional online).

El amor de Dios no tiene explicación, es más alto que los cielos y más grande que el sol. En el principio todo era bueno y cada ser vivo obedecía los mandatos de su Creador. En la Tierra Nueva ya no habrá más llanto, ni dolor, ni clamor, porque las primeras cosas ya pasaron.