El eco

“Me buscarán y me hallarán, porque me buscarán con todo su corazón.” (Jeremías 29:13, Reina-Valera 2015 online)

¿Alguna vez te paraste en la entrada de una caverna y gritaste? ¿Te respondió la caverna? También puede suceder lo mismo si gritas en un área semiabierta, como un cañón o quebrada de alguna montaña. A ese fenómeno de reverberancia del sonido, que repite o devuelve el grito de nuestra voz, lo llamamos el eco.

El eco hace que el sonido rebote cuando se emite. Al comprender su funcionamiento, los seres humanos consiguieron reproducirlo y, con eso, construyeron aparatos como los sonares, que envían ondas en una dirección hasta hacerlas chocar con algo para que retornen. Cuando las ondas sonoras encuentran algún objeto, retornan más rápido aún. Una lectura de estas ondas permite identificar qué hay en la oscuridad o incluso debajo del agua.

Sonar

Algunos animales poseen un maravilloso sonar incorporado.

¿Sabes quiénes tienen un sonar incorporado como medio de navegación? Los murciélagos. Estos seres vivos utilizan su audición para poder ubicarse y volar de noche. ¡Sorprendente! Pero, ¿cómo sabemos eso?

Los científicos hicieron varios experimentos, incluso vendaron los ojos y los oídos de los murciélagos para saber si era la visión o la audición lo que usaban para orientarse en el vuelo. De esa manera, descubrieron que los murciélagos se orientan mediante la audición.

Luego se descubrió que las ballenas y los delfines también se orientaban de esa forma. Y llamaron ecolocalización a la capacidad de orientarse por sonidos. Los murciélagos son animales nocturnos y en la noche su visión no es tan buena. Pero su sistema interno de ecolocalización les permite volar sin chocarse con nada. Para lograr esa hazaña, emiten un pequeño grito, en una frecuencia que no podemos oír, y con ese grito localizan los objetos para poder esquivarlos durante su vuelo.

Esa habilidad de los murciélagos fue estudiada por primera vez por un equipo de científicos de la Universidad de Tel Aviv, en Israel. Podemos concluir que, para que la ecolocalización funcione correctamente, los murciélagos cuentan con un sonar incorporado desde su nacimiento. ¿Y por qué es importante destacar que los murciélagos nacen con un sonar incorporado?

Porque el sistema de ecolocalización innato de los murciélagos, las ballenas o los delfines es de una gran complejidad, una ingeniosidad tan sorprendente que los investigadores no entienden cómo pudo haber evolucionado. Parece más un caso de proyecto planificado que de evolución natural o casual.

Ahora, piensa un poco. Seres diferentes en ambientes distintos poseen el mismo recurso, completamente listo y funcionando, desde su mismo nacimiento. No parece haber ninguna evidencia de que este sistema haya tenido que ver con un proceso evolutivo. ¿Qué te parece? ¿Ha sido Dios o la casualidad quien dotó a estos seres vivos con la ecolocalización?

¿Cuáles son las posibilidades de que este sistema haya evolucionado de la nada, sin dejar ningún rastro o forma no funcional por el camino, para que pudiésemos encontrarlas en el registro fósil?

Los órganos complejos parecen más un asunto de planificación anticipada y de propósito, que de una evolución lenta, gradual y sucesiva, con ensayos de acierto y error.

Dios es así de sabio y maravilloso. Él puede crear un sistema y dotar al murciélago, a la ballena o al delfín de esta asombrosa capacidad de ecolocalización.

El gran Planificador, Programador, Diseñador y Creador nos muestra todos los días que su promesa es fiel. Y Jesús volverá muy pronto para cumplirla.