Ingeniosamente protegidos

Ingeniosamente protegidos

Alguna vez te pusiste a pensar ¿Cómo te sentirías si no tuvieras la posibilidad de moverte y desplazarte hacia distintos sectores? ¿O si no pudieras expresar tu alegría con un abrazo?

Realizamos estas acciones sin tomar dimensión de cuántas estructuras, músculos, huesos y articulaciones intervienen en estas y otras acciones de nuestro organismo.

El salmista expresó:

“Tus ojos vieron mi embrión y en tu libro estaba escrito todo aquello que a su tiempo fue formado, sin faltar nada de ello. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!” (Salmo 139:16-17, versión Reina-Valera Actualizada online).

El que escribió este salmo tenía la seguridad de que Aquel que creó la vida y diseñó cada estructura corporal guiaría los procesos de crecimiento, desarrollo y maduración de cada órgano de su cuerpo.

Una de las creaciones más asombrosas es la variedad de formas y funciones de los huesos del esqueleto que surgen en etapa embrionaria en el vientre materno y concluyen su crecimiento al alcanzar el estado adulto.

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Recién en la semana 13 de la gestación aparecen cartílagos y membranas. El feto solo mide 8,5 cm. En este período, dentro de cada estructura, comienza un proceso de osificación que se extiende hacia los bordes de los futuros huesos. Cada hueso tiene una porción central o diáfisis y una extrema, la epífisis que se irá alargando durante el crecimiento.

Pasando estas semanas, las membranas suaves como seda y los cartílagos habrán dado lugar a fuertes y resistentes huesos. En la cabeza, por ejemplo, se habrán formado placas levemente fusionadas para proteger el delicado cerebro durante la salida del bebé por el canal del parto. Estos huesos del cráneo diseñados especialmente para proteger y permitir que el cerebro crezca no dejarán de desarrollarse hasta el estado adulto donde sus placas terminarán de unirse. Por esta razón, un bebé tiene cerca de 300 huesos, que darán origen más adelante a los 206 huesos del niño, adolescente y adulto.

La maravillosa estructura que presenta el cráneo del bebé es un recordatorio poderoso del abrigo divino, es una armazón que ha de proteger, durante el movimiento y descenso por el canal del parto, órganos frágiles de su cabeza.

Un conjunto interesante de huesos son los del oído, podría decirse que son los colaboradores auditivos. Al moverse golpeándose unos a otros permiten que el sonido se traslade mecánicamente hasta alcanzar el tímpano y hacerlo vibrar. Entre estos seis pequeños huesos se halla el estribo, más pequeño que el diámetro de una lente de la cámara de un celular.

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Los demás cartílagos que constituyen tórax y extremidades sufrirán una osificación que abarcará su porción interna y externa totalmente. Si esto no hubiera sido diseñado así por nuestro Dios, nunca crecerían en grosor o longitud.

La estructura esquelética humana constituye una fortaleza para todo el cuerpo, sostiene y protege órganos permitiendo el traslado del organismo. Se compone de 206 huesos distribuidos así: 28 en la cabeza, 1 hueso hioides, 26 huesos en la columna vertebral, 24 costillas, 1 esternón, 64 huesos en las extremidades superiores y área escapular y 62 en la zona pélvica y las extremidades inferiores. Los huesos se clasifican por longitud, ancho y espesor en irregulares, sesamoideos, cortos, planos y largos.

Entre los huesos largos hay uno de longitud récord, el fémur que tiene unos 46 cm. Es decir que en su longitud entran aproximadamente unos 132 estribos en línea.

Los irregulares no tienen forma definida, como las vértebras y los huesitos del oído. Tenemos 7 vértebras cervicales al igual que las jirafas. Entonces ¿por qué nuestros cuellos no son tan largos? Simplemente porque las vértebras de la jirafa son hasta veinte veces más largas que las nuestras.

Por último, es destacable la gran resistencia de los huesos largos, aunque son estructuras huecas en su interior, sostienen con solidez a todo el cuerpo. Por ser huecos logran reducir un cuarto del peso que alcanzarían si fueran macizos. De este modo el esqueleto representa solo un 15% del peso total de nuestro cuerpo.

La estructura finamente reacomodada, inteligentemente diseñada y poderosamente preparada ha despertado el espíritu imitador y creativo de la humanidad a tal punto que en la actualidad podemos deleitarnos en edificios cuya estructura se asemeja a los esqueletos de los seres vivos. Mantener un gran peso y variados volúmenes con unas pocas partes estratégicamente ubicadas, encajadas, unidas, articuladas o fusionadas en equilibrio estable es un atributo divino. Los seres humanos, criaturas creadas por Dios, tratan de imitar este fenómeno en muchas demostraciones arquitectónicas en el mundo.

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Museo de las Ciencias “Príncipe Felipe”. Su forma imita un esqueleto de un animal marino.

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Casa Batlló. Sus balcones imitan la forma de un cráneo.

Así como el esqueleto protege los órganos vitales de nuestro cuerpo, el amor de Dios nos da seguridad ante los obstáculos. Y entonces podemos hacer nuestras las palabras del salmista:

“Dios mío, ¡tu amor es incomparable! Bajo tu sombra protectora todos hallamos refugio” (Salmo 36:7, Traducción en Lenguaje Actual online).