La Biblia y la moral

En las Sagradas Escrituras se establecen y desarrollan los principios éticos y morales que inspiran gran parte de la legislación y las normas de convivencia de las sociedades modernas. Los cristianos creemos que estos conceptos inspirados se originaron en el pensamiento infinito de un Dios inmanente y todopoderoso. Fueron revelados al ser humano en el principio de los tiempos, pero tras la entrada del pecado, Dios envió a sus profetas como restauradores de las verdades eternas (Amós 3:7) con la misión de transmitir el mensaje divino a las naciones. La Palabra de Dios resuena por los siglos de los siglos como un recordatorio de su voluntad para sus hijos, como regla perpetua de cómo deben desenvolverse mientras caminan en este mundo. Por tal motivo, los Diez Mandamientos” (Éxodo 20), vienen a ser el reflejo del carácter del Creador, y la ley que Jesús vino a honrar y cumplir, para darnos ejemplo.

La Ley de Dios es perfecta y, cual espejo, nos muestra objetivamente lo que es bueno y malo. No podemos ser jueces imparciales o justos, ni para nosotros ni para otros. Sin embargo, existen distintas teorías –entre ellas, el evolucionismo– que proponen todo lo contrario. Si la vida se originó por sí sola, y evolucionó por un proceso trágico de muerte y violencia durante miles y millones de años, ¿qué clase de ética puede construirse en un estado de inconsciencia moral, que únicamente se rige por la violencia y la supervivencia del más apto? Esa es la ley que pareciera imponer la evolución del ser humano: la ley del más fuerte.

Si esa ley fuese cierta, ¿a quién culpar por las vidas arrebatadas a tantos seres que en igualdad de condiciones también luchaban por sobrevivir? ¿Dónde queda la ética y la moral en este panorama? Si la ley del más fuerte fuese perfecta, entonces el asesinato podría justificarse bajo la necesidad de supervivencia. Y así se abren las puertas para justificar todo lo que hoy consideramos inaceptable, amoral o falto de ética. Si se tratase simplemente de satisfacer nuestras necesidades, todo sería válido. Pero la Ley perfecta de Dios demanda una observancia perfecta, completa (Santiago 2:10). Y el verdadero cumplimiento de la ley es el amor (Mateo 22.39). Jesús no quebrantó la Ley moral y los cristianos pueden alcanzar la victoria contra el mal si mantienen a Jesús presente en todo momento, si cultivan esa relación personal que el Creador quiso tener con sus criaturas desde el principio.
Pero definitivamente, si quitamos a Dios de la ecuación, cualquier cosa sería aceptable. No sería necesaria la ética o la moral. Lo paradójico de todo esto es que para creer en teorías contrarias a lo que las Sagradas Escrituras enseñan, también hay que ejercer fe. Por otra parte, existen evidencias de un Dios Creador en la Biblia y también en su segundo “libro”: la naturaleza.