La unidad mínima viviente

La unidad mínima viviente

“Señor y Dios nuestro; tú mereces que te alaben, que te llamen maravilloso, y que admiren tu poder. Porque tú creaste todo lo que existe; gracias a ti, todo fue creado” Apocalipsis 4:11, TLA online.

Los seres vivos son un despliegue de naturaleza compleja, diversa y apasionante. Hasta hoy se discute cuál es la mejor definición de “ser vivo” sin poder llegar a un acuerdo. Por lo tanto, se acepta que los seres vivos son aquellos que están constituidos por células.

Características de las células

Estas pequeñas estructuras llamadas células son los ladrillos de la vida. Las células exhiben una diversidad asombrosa, aunque se pueden advertir patrones comunes. Existen dos tipos generales de células: las procariotas y las eucariotas.

Las células procariotas presentan una estructura interior con escasas organelas. Si bien poseen material genético, no se encuentra aislado dentro de una membrana nuclear, como es el caso de las eucariotas, cuyo material hereditario se aloja dentro de un núcleo generalmente concéntrico y de gran dimensión.

Podemos imaginar el interior celular, conocido como citoplasma, como el espacio físico de una pequeña fábrica, con estructuras pequeñas, complejas y funcionales. Cada una de ellas lleva adelante una tarea importante para la existencia de la célula.

El citoplasma está separado del ambiente exterior por una membrana de composición fosfolipídica y proteica, la membrana plasmática. Esta membrana es totalmente dinámica y permite el transporte de diferentes productos en ambas direcciones.

Muchos de estos movimientos requieren de energía (transporte activo), otros tantos suceden sin gasto energético (transporte pasivo). En este tránsito a través de la membrana semipermeable se movilizan una gran cantidad de iones y nutrientes, asegurando así funciones tan importantes como las contracciones musculares, la transmisión del impulso nervioso y la nutrición celular, entre otras.

Un tipo de células eucariotas son las células que forman a los vegetales. Por supuesto, son diferentes de aquellas que constituyen a los animales y al ser humano. Además de su membrana plasmática, las células eucariotas vegetales tienen otra estructura de protección: la pared celular. Pueden abastecerse de diversos productos orgánicos (almidones y azúcares) gracias a la fotosíntesis mediada por la clorofila de sus cloroplastos.

Cada cloroplasto funciona como una pequeña fábrica de carbohidratos, que se sostiene con energía solar, utilizando agua, dióxido de carbono y minerales. Esta función, propia de los organismos autótrofos (que son los que generan su propio alimento), permite la supervivencia de las plantas al obtener alimento y poder almacenarlo en algunos de sus órganos, como los tallos herbáceos y bulbosos, las hojas, las raíces tuberosas y los frutos carnosos y secos. Así queda asegurada la provisión de nutrientes necesarios para mantener las redes alimentarias dentro de los ecosistemas.

Las células animales, al igual que las nuestras, obtienen el alimento desde el exterior, por lo que se las denomina heterótrofas: carecen de cloroplastos y poseen estructuras pares que intervienen en su reproducción: los centriolos.

La variedad celular

Todo aquel que lee la Biblia sabe reconocer en la naturaleza la obra de un poder superior, ordenado e infinito. El apóstol Pablo expresó:

“Por medio de lo que Dios ha creado, todos podemos conocerlo, y también podemos ver su poder” (Romanos 1:20, TLA online).

Toda la complejidad que se observa en cada célula es el sello de un Dios inteligente y personal. Un Dios tan allegado a la vida de cada criatura, tal como lo expresara David en el Salmo 139: 13 “Dios mío, tú fuiste quien me formó en el vientre de mi madre. Tú fuiste quien formó cada parte de mi cuerpo”.

Funciones de las células

  • Facilitar la existencia del organismo vivo, por medio de la respiración, la circulación de productos por su interior, la digestión celular, la defensa y la eliminación de desechos.

  • Asegurar la perpetuidad de la especie por medio de la transmisión del material genético de padres a hijos.

  • Relacionarse con el ambiente intercambiando materiales en la producción de su propio alimento, en la eliminación de desechos, en la secreción de hormonas, en la captación de diversos estímulos.

  • Defender al organismo ante la introducción de agentes infecciosos (macrófagos y linfocitos).

  • Constituir tejidos (en organismos pluricelulares) con capacidad para recubrir órganos, contraerse, transmitir impulsos nerviosos, transportar oxígeno, conducir agua, fotosintetizar entre otras funciones.

Manifestaciones del Creador

La estructura delicada y compleja de cada célula nos habla de un Dios detallista. Las funciones armónicas dentro de ellas y de los seres vivos nos revelan a un Dios de orden y ciclos. La diversidad de células, tejidos, órganos e individuos nos demuestran un Dios cuya inventiva no tiene límites. La reproducción celular y el desarrollo del embrión nos muestran a un Dios presente y sustentador.

El mundo científico trata de explicar la diversidad como resultado de cambios azarosos y fortuitos. Pero ¿puede un Dios poderoso y organizado dejar librada a la suerte la existencia y supervivencia de sus criaturas? Sin lugar a dudas, nuestro Creador dejó marcas comunes en cada ser creado, repitió patrones eficientes para diversificar a partir de ellos como si jugara a sorprendernos con cada obra suya. Al igual que las células que nos constituyen, somos el resultado de la inventiva y la voluntad divina. Como ellas, tenemos una estructura particular preparada para desarrollar todas las funciones que nos permiten vivir. La estructura celular, los mecanismos que mantienen a las células vivas, la diversidad de formas y funciones celulares, la inmensa cantidad de tejidos y órganos que conforman a los seres vivos proclaman la existencia de un Creador.

“Pero pregúntales a las aves, y también a los animales, y ellos te lo contarán todo; ¡te darán una gran lección! Habla con la tierra, y con los peces del mar, y hasta ellos te lo dirán. Ellos saben muy bien que Dios lo ha creado todo. ¡Dios tiene en sus manos la vida de todos los seres vivos!” (Job 12: 7-10, TLA online).