Nada es casualidad

Nada es casualidad

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. Salmo 19:1, versión RV 1960 online.

Para empezar, hagamos un experimento: una simple encuesta entre tus contactos. Basta con elegir 35 de ellos y preguntar a cada uno su fecha de cumpleaños. Casi con seguridad, en esa lista hay 2 personas que cumplen años el mismo día. ¿Casualidad?

A veces nos encontramos con situaciones que parecen asombrosas coincidencias, y en ocasiones lo son: no hay un propósito detrás de aquello, son sucesos aleatorios que coinciden de manera llamativa, y nada más. Incluso puede calcularse la probabilidad de que dicho evento ocurra. En el caso mencionado al comienzo, según el libro de Adrián Paenza, Matemática… ¿estás ahí?, en un grupo de 23 personas, la probabilidad de que 2 de ellas cumplan años el mismo día es aproximadamente del 50%; con 35 personas, la probabilidad llega a superar el 80%.

Otras veces, la coincidencia no es tal, sino que es resultado de una ley de causa y efecto. Por ejemplo, no es casualidad que en un clima árido se encuentren mayormente plantas xerófitas, pues este tipo de plantas están adaptadas a vivir precisamente en un ambiente con escasez de agua.

Finalmente, hay otras “casualidades” que no se explican por medio de leyes naturales, y atribuirlas al simple azar no parece la mejor opción, pues la probabilidad de que esos eventos ocurran es muy pequeña. Veamos un caso.

Los eclipses se encuentran entre los fenómenos naturales más interesantes, tanto por lo atractivos que resultan, como por ser poco frecuentes. Probablemente, nos llamarían menos la atención si tuviésemos 2 eclipses al mes. Pero deben coincidir varios factores para que la alineación sea perfecta; no basta con que la Luna esté entre la Tierra y el Sol (como en cada luna nueva), o la Tierra entre el Sol y la Luna (como en cada luna llena).

Nuestro planeta es “afortunado” respecto a los eclipses: el tamaño de la Luna es justo el adecuado. Su diámetro es unas 400 veces menor que el diámetro del Sol, pero está unas 400 veces más cerca de nosotros. El resultado es que, vistos desde la Tierra, ambos astros tienen casi el mismo tamaño. Y eso genera espectáculos únicos… justo en el único planeta del sistema solar donde hay quien los observe, estudie y disfrute. ¡Qué “casualidad!”

Pero ¿para qué sirve un eclipse? La ciencia pudo descubrir, a través de ellos, nuevos datos acerca del movimiento de los cuerpos celestes, o propiedades de las capas más externas del Sol. Un eclipse en particular, ocurrido en 1919, permitió realizar la primera comprobación experimental de la teoría general de la relatividad de Albert Einstein, publicada cuatro años antes.

En ningún otro punto del sistema solar se pueden ver eclipses como en la Tierra. Estoy seguro de que nuestro Creador diseñó incluso este “detalle” para nuestro deleite, y para que aprendamos más acerca de su maravillosa creación. A veces es necesario que la luz de algún astro se eclipse, para que lleguemos a notar que realmente “los cielos cuentan la gloria de Dios”.

Por Gustavo Andrés Jara