Vehículos anfibios

Vehículos anfibios

“He rastreado las huellas de Dios en las criaturas, en todas, aun en las más ínfimas y más cercanas ¡qué poder, qué sabiduría, qué insondables perfecciones he encontrado! – Carlos Linneo.

Aunque parezca sencillo, no lo es. Poder vivir en ambientes acuáticos y terrestres requiere de complejos mecanismos reguladores de salinidad, temperatura, ph, presión y disponibilidad de oxígeno, entre otros, que solo la omnisapiencia de Dios puede hacer. El término anfibio deriva del griego amphibios que, literalmente, significa “doble vida”.

En la industria automotriz, los ingenieros han afrontado grandes desafíos para diseñar vehículos anfibios. En relación al uso de materiales, se ha tenido en cuenta aquellos que se ajustan a los estándares de cada país y a la resistencia a la corrosión. Para responder a estas demandas, algunas industrias han utilizado fibra de carbono, un plástico formado por hilos de fibras muy fuertes con las que se disminuye el peso del vehículo. En otros casos, los han fabricado con una aleación de aluminio 5052 que hace que el vehículo sea más liviano y permita alcanzar una mayor velocidad tanto en el agua como en la tierra. También se ha empleado el acero cromo, que es una fusión de cromo y molibdeno, material de alta flexibilidad y dureza. En el uso de todos los materiales se debe considerar la distribución del peso para que no interfiera en la propulsión.

Las formas de propulsión en el agua son diversas: mediante ruedas u orugas (más o menos adaptadas), con hélices marinas o con empujes a reacción producidos por chorros de agua. En todos los casos se debe tener en cuenta la transición entre el suelo terrestre y el agua. Otro aspecto que se debe tener en cuenta para la propulsión es la fuerza de gravedad: no influye demasiado en el ambiente acuático, pero sí en los ambientes terrestres.

Aparte de los trabajos en la carrocería, se precisan adaptaciones especiales para los órganos mecánicos externos, para evitar las filtraciones de agua. En muchos casos se utilizan cascos para brindar mayor seguridad y protección. En estos casos, las uniones se deben realizar a través de diferentes soldaduras para evitar vías de agua. En muchos casos, los cascos permiten la transformación de un vehículo terrestre a acuático de una manera sencilla. El casco se instala a un chasis con dos ejes. En el extremo de ambos ejes se instalan ruedas con la altura suficiente para que las hélices giren sin golpear contra el suelo, cuando el vehículo está en tierra firme. Ruedas y hélices giran de modo solidario mediante una cadena de transmisión unida al motor. Así, el vehículo puede desplazarse sobre el agua y sobre la tierra sin dificultad.

El suministro del aire es otro aspecto que se debe considerar, debe ingresar por sectores inaccesibles al agua, para que no malogre el motor. Otra dificultad que surge es la refrigeración del motor: las bajas velocidades que el vehículo puede alcanzar en el agua hacen necesario un sistema suplementario de radiadores y conductos de aire.

A pesar de los avances en la adaptabilidad y estilo de los vehículos anfibios, muchos han mostrado fallas en la carrocería, visibilidad del conductor, flotabilidad, tipo de material utilizado y combustibles contaminantes, entre otros. En este último caso, para reducir la contaminación del medio ambiente, algunas industrias están empleando etanol. Este combustible es un componente químico derivado de la fermentación de plantas con azúcares como el sorgo o la caña de azúcar.

A pesar de los esfuerzos realizados para diseñar vehículos anfibios, ninguno puede igualar la eficacia, calidad y propulsión observada en la diversidad de plantas y animales anfibios que existen en la creación. Estos, además de tener la capacidad de vivir en ambos ambientes, son versátiles en los constantes cambios que ocurren en los ambientes.

“Porque toda casa tiene su constructor, pero el constructor de todos es Dios” (Hebreos 3:4, online).