En el principio

En el principio

“Y fue la tarde y fue la mañana…” (Génesis 1:5, última parte, versión Reina-Valera Actualizada online).

Si te preguntan cuándo comienza el día, posiblemente respondas: “A la mañana, cuando sale el sol. Cuando me levanto”. Sin embargo, la Biblia nos enseña un concepto diferente.

En Levítico 23:32 se lee: “Será para ustedes una fiesta sabática solemne, y se humillarán a ustedes mismos a partir del anochecer del noveno día del mes. Del anochecer al anochecer guardarán su reposo”. Destacamos que, para el Dios Creador, el día comienza cuando se pone el sol. Es decir, la tarde antecede a la mañana. Distintos pasajes de Génesis 1 confirman el mismo concepto: “Y fue la tarde y la mañana, un día”.

Teniendo presente esta idea, cuando leemos el primer versículo de la Biblia encontramos una descripción de lo que sucedió antes del primer día de nuestro planeta Tierra. Al analizar este versículo podemos responder muchos interrogantes acerca de nuestra existencia. Ninguna declaración podría ser más apropiada. “En el principio” un Ser omnipotente, omnisapiente y omnipresente estaba comenzando la obra creadora. Un Ser que posee voluntad, personalidad y propósito creó todo sin depender de nadie más.

El registro bíblico describe la situación del planeta Tierra antes del primer día de la creación como “desordenada y vacía”. No había luz y la materia de la Tierra estaba en un estado fluido, porque “la faz del abismo” es una expresión paralela a “la faz de las aguas”. En resumen, la Tierra se encontraba en un estado de desolación.

Y cuando Dios dijo: “Sea la luz”, nuestro planeta se iluminó, porque: “Él dijo, y fue hecho; él mandó y existió”. (Salmos 33:9).

El profeta Jeremías también presenta una descripción similar de desolación.

“Miré la tierra, y he aquí que estaba sin orden y vacía. Miré los cielos, y no había en ellos luz.”. (Jeremías 4:23). El texto de Jeremías describe las condiciones en las que la humanidad le devuelve la Tierra a Dios, después de seis mil años de estar apartados de la ley de amor.

Dios tenía un propósito al crear nuestro mundo:

“Porque así ha dicho el SEÑOR —el que ha creado los cielos, él es Dios; el que formó la tierra y la hizo, él la estableció; no la creó para que estuviera vacía, sino que la formó para que fuera habitada—: “Yo soy el SEÑOR, y no hay otro”. (Isaías 45:18).

Cuando Adán y Eva decidieron separase de Dios surgieron claras evidencias de que, separados de él, vamos hacia la autodestrucción.

Dios nos dio un mundo para estrenar y se lo devolveremos peor de como estaba en el principio.

Sin embargo, la Biblia nos presenta una maravillosa promesa. A pesar de haberle devuelto el mundo destruido, Dios va a renovarlo y recreará también nuestra existencia.

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe más”. (Apocalipsis 21:1). Ese será un lugar de dicha, de eterno gozo, sin sufrimiento ni dolor.

Aquel mundo nuevo podrán habitarlo solo los que decidan tener un corazón nuevo, un corazón transformado, al igual que el planeta Tierra. Dios será su guía y vivirán una felicidad permanente.

La invitación es extensiva hoy para ti y para mí, ¡no rechacemos la promesa de una salvación tan grande!